Imaginación para transformar la educación

Recientemente me he cuestionado la pertinencia en la forma del llamado a transformar la educación que algunas personas venimos impulsando desde hace tiempo. Encuentro la idea tan presente en la venta de servicios educativos y soluciones tecnológicas, que temo que muchas personas piensen que es eso lo que estoy sugiriendo. Una confusión así puede tener dos efectos. Por un lado, habrá quienes perciban que ya transformaron sus escuelas porque han introducido determinada plataforma o porque han equipado a sus docentes y estudiantes con ciertos recursos. Por otro lado, muchas personas están cansadas del discurso de innovación, algunas por rechazo a la visión centrada en las tecnologías y otras porque están convencidas del valor de sus trayectorias y les cuesta trabajo identificar por qué tendrían que impulsar cambios profundos. 

Confieso que suelo perder de vista esas percepciones, quizá porque desde hace más de dos décadas mi impulso ha sido encontrar mejores formas de hacer escuela. El origen de mi incomodidad con muchas de las prácticas dominantes no tiene tanto que ver con la forma en que operan, sino con los resultados que producen. Con el paso de los años, la experiencia, la reflexión y el análisis, me permitieron comprender que esos resultados estaban, habitualmente, relacionados con las prácticas y, sobre todo, con los marcos mentales o paradigmas desde los cuales se opera. De ahí mi interés por explorar otras miradas y tratar de comprender de qué manera podríamos generar cambios profundos, que hicieran de la escolarización un proceso relevante, pertinente, trascendente, con sentido e impacto valioso para las y los estudiantes.

Una de las miradas que he estado explorando desde hace poco más de un año, es la propuesta por Kieran Egan con su teoría de la educación imaginativa. En sus planteamientos, he encontrado una inusual vía que permite, desde un sólido sustento pedagógico, introducir cambios de mirada y propiciar nuevas prácticas. Es por eso que quise invitar a Adriana Grimaldo, coordinadora académica de Educación Imaginativa México, a charlar en el marco de la serie Conversaciones para el futuro: Soñar y construir una nueva escuela. Desde mi experiencia, observando la puesta en práctica de las ideas que propone esta mirada, encuentro que puede ayudar a docentes y equipos directivos en dos dimensiones: enriqueciendo lo que hacemos actualmente para enfrentar las necesidades derivadas de la emergencia y ampliando la mirada para repensar la escuela que deseamos y podemos construir más allá de la pandemia. Considerando esto último, creo que el encuentro sostenido con Adriana ofrece pautas que podemos articular con la necesidad de cambio profundo que nos proponía Xavier Aragay cuando hablaba de anticipar y liderar la transformación educativa.    

Hacia finales del siglo XX, en la introducción de su libro Mentes educadas (1997), escribía Kieran Egan: “Los costes de nuestra crisis educativa, expresados como alienación social, desarraigo psicológico e ignorancia del mundo y de las posibilidades de la experiencia humana dentro de él, son incalculables y descorazonados”. Su afirmación resulta de enorme vigencia y puede verse como un llamado a replantear el origen de esos costes y la forma en que podemos darles la vuelta.

En palabras de Egan, el principio básico de la educación imaginativa “es que todo el conocimiento en el currículum es producto de las esperanzas, miedos y pasiones humanas. Y si queremos hacerlo significativo para los niños, tenemos que incorporar en primer lugar aquellas esperanzas, sentimientos y pasiones que estuvieron involucradas en su elaboración o en el uso que alguien le da el día de hoy”. 

En la conversación, Adriana nos ayudó a comprender que la imaginación no ha de ser vista como algo infantil, sinónimo de fantasía o creatividad; aunque sin duda se conecta con estas ideas, se propone entender a la imaginación como la capacidad que tenemos todas las personas para operar nuestras facultades mentales en términos de posibilidades. Desde esta concepción, la imaginación puede ser uno de los ejes que orienten cambios profundos en la manera de abordar el aprendizaje y la enseñanza en las escuelas. La propuesta no es usar la fantasía o las estrategias narrativas y lúdicas como un anzuelo para atrapar la atención; se trata, más bien, de comprender cómo funciona la imaginación y con qué herramientas podemos incorporarla de manera estratégica para lograr aprendizajes sólidos y con sentido. (En la charla, Adriana nos ofrece, de manera sintética, un acercamiento a conceptos clave de esta teoría, como son las cinco comprensiones o fases de la imaginación y la caja de herramientas cognitivas.)

El cambio de mirada que propone la educación imaginativa contribuye, además, a enfrentar el falso dilema entre conocimiento y emociones que observamos frecuentemente en las escuelas. Ahora que se habla con tanta frecuencia del desarrollo socioemocional de los estudiantes, muchas personas defienden que se corre riesgo de restar valor a los conocimientos. La salida que ofrece educación imaginativa es reconocer que como seres humanos no estamos divididos: las dimensiones cognitiva y afectiva están estrechamente articuladas. En el libro Educación Imaginativa: una aproximación a Kieran Egan, encontramos un luminoso texto de Gillian Judson donde plantea que es necesario “re-imaginar la enseñanza y el aprendizaje en términos de significación emocional”. Y añade: “Dejar que los estudiantes sientan algo por las materias que están aprendiendo es, en cierto modo, el tipo de conexión más grande que podemos esperar”. La mirada integral de la persona que acompaña a la educación imaginativa, abre una vía poderosa para que las personas ― incluyendo a estudiantes y docentes― se conozcan a sí mismas, profundicen en su relación con los otros y accedan a una mejor comprensión de su mundo.

En un momento en que las escuelas reciben infinidad de ofertas para invertir en “innovación” a través de materiales didácticos, plataformas digitales e infraestructura tecnológica, la educación imaginativa nos recuerda que docentes y estudiantes disponen de una poderosa caja de herramientas cognitivas. Sin embargo, a diferencia de las soluciones mágicas que plantean algunas propuestas, la educación imaginativa no ofrece recetas; en todo caso, pone a nuestro alcance conocimiento, recursos y experiencias que nos permiten articular nuestras propias estrategias, de acuerdo a nuestros contextos y los de nuestros estudiantes.


La educación imaginativa está viva. Si deseas conocer más sobre ella, te sugiero visitar la página en internet del CIRCE (Centre For Imagination In Research Culture & Education) en la Simon Fraser University, la cual irradia inspiración y experiencias. Por supuesto, también te invito a visitar la página del equipo de Educación Imaginativa México, donde encontrarás su oferta formativa y algunos recursos de consulta interesantes. En su canal de YouTube encontrarás algunos testimonios que el equipo ha recabado acerca de la imaginación con diversas personalidades.

Hablando de libros, te recomiendo la lectura de Educación Imaginativa: Una aproximación a Kieran Egan (Morata, 2017) el cual puede conseguirse en México a través de Amazon y Librerías Gandhi. También me gusta mucho el texto de Gillian Judson que menciono en la charla: Salgamos a caminar el plan de estudios. Muchas personas leímos por primera vez el nombre de Kieran Egan en un libro escrito por Pablo Boullosa: El corazón es un resorte (Taurus, 2016); el texto no es exactamente un libro sobre la teoría de la educación imaginativa, pero es una obra elocuente que., como advierte en el subtítulo, nos ofrece “metáforas y otras herramientas para mejorar nuestra educación”. Por supuesto también puedes acercarte a los textos de Kieran Egan (varios de ellos traducidos al español) aunque lamentablemente algunos no son fáciles de conseguir.

Si te perdiste la conversación o deseas revivirla, te comparto la grabación esperando contribuya a despertar nuestra imaginación para transformar la educación.

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